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martes, 8 de agosto de 2017

DERECHO Y JUSTICIA EN LA ÉPOCA DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA


Buenas, hoy les dejo una monografia que hicimos con mi grupo para 4 puntos de sociales... OLAZA-PALLERO una de las mejores catedras de la facultad!!! <3 Es sobre los unitarios... saludos!!!

Introducción.

Primero que nada, queremos realizar una aclaración de orden etimológico en cuanto al uso de los términos “confederación” y “federación” que si bien, a lo largo de la historia –principalmente en la primera mitad del siglo XIX-, y del presente trabajo, han sido utilizados, en el primer caso erróneamente, y en el segundo con total conciencia, como sinónimos, cuando de hecho, no lo son.

Una confederación es una “asociación de Estados independientes, con soberanía propia, que se unen a través de un tratado para lograr determinados fines comunes en el plano internacional”[1], en tanto que una federación es una “forma de Estado que supone una soberanía compartida entre la Nación, con jurisdicción general, y las provincias que la integran con jurisdicción local”[2].

En ese sentido, y como se vislumbrará a lo largo del presente trabajo, el camino por el cual se consolidó un modelo de país federal, fue errático y con escollos desde los albores de la Patria. Incluso hacia el interior del llamado proyecto federalista se fueron bosquejando distintos modelos con sus propias características.

En este sentido la discusión entre proyectos centralistas y otro que incluyera las voces de todos los rincones del país se dio desde las guerras de independencia y culminó con el surgimiento del Estado en donde se reflejó el triunfo federal.

Vale aclarar que no hay un modelo federal único alrededor del mundo. Se fueron adaptando las ideas, los proyectos a las características de los países y a las distintas idiosincrasias.

Así las cosas, a continuación el trabajo pretende reflejar las discusiones y enfrentamientos que signaron el modelo de país que actualmente se refleja en la Constitución desde 1853/60 y como se fue configurando el modelo federal adoptado.

Orígenes de la tesis federal en el Cabildo abierto del 22 de Mayo de 1810.

Ante la crisis en la Corona Española (con José Bonaparte como nuevo ocupante del trono en lugar de Fernando VII), era imperante la necesidad de establecer un nuevo gobierno, provisional primero, y que luego se transformaría en definitivo, para la conducción del, hasta ese entonces, Virreinato del Río de La Plata.
Tan importante era la necesidad de separarnos de España que, amparados por las propias leyes del Reino, la tesis circuló con el siguiente verso: La América tiene el mismo derecho que tiene la España de elegir gobierno: si aquella se pierde por algún cuento no hemos de seguir la suerte de aquellos”[3].
Por ello, al conformarse el Cabildo abierto del 22 de Mayo de 1810[P1]  se discutió, entre otras cuestiones, cuál sería la mejor forma de gobernar y conducir a las Provincias. Habían dos posturas: los realistas, pretendían un gobierno único y central (tesis unitaria), mientras que los revolucionarios planteaban la formación de una confederación (tesis federal[4]).
El partido unitario, podría decirse que nació el 25 de mayo de 1810, donde un pequeño grupo de hombres cultos, aristócratas, quisieron gobernar a las provincias, y tomaron como base para su conformación las políticas francesas, y con ellas su máximo exponente Rousseau. Estas elites dominantes, lo que pretendían era que Buenos Aires con todo su poderío, dirigiera el rumbo del resto del país en todos los aspectos, tanto políticos como económicos. Para este movimiento no cabía otra cosa que un gobierno centralizado. Ellos consideraban que el interior estaba poblado de brutos e incapaces, de mediocres; los porteños se creían más inteligentes, más cultos y mejor preparados para estar al frente de un país; detestaban a la plebe, sus gustos y costumbres.
El precursor de los unitarios fue Mariano Moreno, seguido de Juan Martín de Pueyrredón y Bernandino Rivadavia.
“El Federalismo en cambio, no surgió como una doctrina”[5] copiada de Europa, sino que nació como un sentimiento de los pobladores que se sentían excluidos del proyecto de nación. Así, las provincias fueron demostrando su descontento con las medidas que adoptaban los porteños.
En este movimiento, encontramos como conductores a Juan Manuel de Rosas y Manuel Dorrego, uno era el caudillo de la provincia de Buenos Aires, el otro de la capital. También, fueron importantes las presencias de Estanislao López en Santa Fe, y Facundo Quiroga en la Rioja, entre otros[6].
Esta última tesis (sobre la que hablaremos a lo largo de la presente investigación), tuvo tanto críticos, como adherentes. Entre las posturas críticas se puede destacar la del General Don José de San Martín, que en su proclama de 1820 expresó:
“… Pensar establecer un gobierno federativo en un país casi desierto, lleno de celos y de antipatías locales, escaso de saber y de experiencia en los negocios públicos, desprovisto de rentas para hacer frente a los gastos del gobierno general, fuera de los que demande la lista civil de cada estado; es un plan cuyos peligros no permiten infatuarse, ni aún con el placer efímero que causan siempre las ilusiones de la novedad”[7].
San Martín remarcaba claramente en dicha proclama, los problemas que, a su entender, aparejaba la tesis federal, y teniendo en cuenta el contexto histórico, esta idea le resultaba un tanto peligrosa. Tan acaloradas eran las discusiones en torno a la cuestión que al debate pacifico, le siguió un largo listado de enfrentamientos civiles en los que los partidarios de cada una de las dos facciones se enfrentaron (por ejemplo, las batallas de Caseros, Cepeda, Oncativo y Pavón por mencionar solo algunas).
Las principales características de la tesis federalista eran: la preexistencia de las provincias, la retroversión de la soberanía a ellas, la organización gradual de la confederación al Estado Federal o Unitario, la soberanía de las provincias en el estado constituyente, la representación igualitaria de las provincias, la sanción de la constitución por unanimidad, y el examen de la constitución por cada una de las provincias previo a su promulgación[8].
Como consecuencia más notoria del federalismo, podemos destacar el hecho de que la si la soberanía regresa a manos de cada una de las provincias, cada una está en igualdad  jurídica con las demás, y entre ellas no podían torcer su voluntad soberana, estableciéndose entre ellas y el Estado Nacional una relación de coordinación.
Durante el Cabildo del 22 de Mayo de 1810, y ante la mencionada crisis de la Corona Española, se necesitaba designar con urgencia el gobierno provisional. El punto de conflicto entre los dos bandos estaba en el hecho de que Buenos Aires se tomaba grandes atribuciones, porque se creía más poderosa que el resto de las provincias, por ser la dueña del puerto, apoderándose de las entradas de la aduana, con lo cual, lo recaudado le generaba un gran dominio económico que servía para manipular y someter a las demás provincias. Esta decisión de Buenos Aires fue impugnada por el fiscal de la Audiencia Villota, quien remarcó que cada provincia debía decidir por sí, a lo que Juan José Pasó respondió haciendo hincapié en la cuestión de la urgencia, pero aclaró que esta situación se subsanaría con una invitación a los representantes de las provincias para que participen de la formación de un gobierno permanente, invitación que se llevaría a cabo mediante la circular del 27 de Mayo de 1810.

La Asamblea del Año XIII.

Esta Asamblea fue llamada por los patriotas, con el fin de resolver los problemas socio-políticos que se habían empezado a generar después de la Revolución de Mayo de 1810, momento a partir del cual se había comenzado a gestar una persecución sistemática contra los Españoles europeos, mediante resoluciones tales como el impedimento a ocupar cargos públicos, que a partir de ese momento serían ocupados por “…los nacidos en estas provincias”[9] y que se plasmó en el decreto del 3 de Diciembre de 1810, o el decreto del 31 de Julio de 1810 que establecía que “a todo individuo que se ausente de esta Ciudad sin licencia del Gobierno, le serán confiscados sus bienes sin necesidad de otro proceso”[10], aludiendo a los ciudadanos españoles y sus bienes. Claramente había una suerte de “cacería de brujas” contra los españoles. Aunque también los conflictos se desarrollaban entre los propios criollos.
Además, se mantenían las restricciones electorales contra los españoles. Esto se ve claramente en la proclama que convoca a la Asamblea cuando se expresa que “… todos las personas libres y de conocida adhesión a la justa causa de la América sin excepción de empleados civiles o militares, podrán ser electores o electos diputados, no siendo preciso que estos sean naturales, o residentes en los mismos pueblos que ban a representar”[11].
Durante el desarrollo de la Asamblea, los representantes de cada una de las tesis chocaron directamente por primera vez, ya que varias de las resoluciones que se habían adoptado eran de corte centralista.
Una de las más duras posturas opositoras a dicho régimen, fue la de la Banda Oriental, en la que José Gervasio de Artigas, ordenó a los diputados orientales que ellos no admitirían otro sistema que no fuera el de la confederación, reteniendo ésa provincia su soberanía, libertad e independencia, y de la cual participaban, no como diputados representantes de ese territorio, sino como representantes de un pueblo libre.
Asimismo la Asamblea recibió dos proyectos de constituciones que compartían una característica: la independencia del poder Judicial. Uno establecía un poder judicial representado por una Corte Suprema de Justicia con jurisdicción sobre todo el territorio, un Tribunal Supremo en cada provincia, la creación de jueces letrados en cada partido y de alcaldes en los pueblos. El otro, lo organizaba sobre la base de nueve magistrados que conformarían el Supremo Poder Judiciario, una Sala de Apelaciones en cada provincia y dos jueces en cada pueblo con más de cinco mil habitantes. 
En ella, además, se aprobó el Reglamento de Justicia y se habilitaron los tribunales.
La organización federal queda impedida con el rechazo de las “Instrucciones” de Artigas, aun así, no cesa el proceso institucional; el Directorio crea la Intendencia del Litoral (Entre Ríos, Corrientes y Misiones), separándose de Buenos Aires. Además, se crea una nueva Intendencia en el norte formada por Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero que se había separado de la Intendencia de Salta. Finalmente, Santa Fe se separa de Buenos Aires hacia 1819. Será, paradójicamente, la constitución unitaria de 1820 la que acentuará este proceso institucional, partiendo desde el federalismo en las Intendencias, hacia el de las provincias.
Finalmente, cabe destacar que el Reglamento Provisorio de Juan Bautista Bustos, y las ya rechazadas Instrucciones de Artigas, son los antecedentes más importantes de la tesis federal que, conjuntamente con las Bases de Juan Bautista Alberdi, el proyecto constitucional de Pedro de Angelis, y algunas propuestas tomadas del libro de Cuestiones Argentinas de Mariano Fragueiro, quedan plasmados en la Constitución de 1853 redactada por José Benjamín Gorostiaga.

Critica a los proyectos constitucionales unitarios de 1815 y 1819.

Previa a la sanción de la Constitución de 1826 (de la que hablaremos más adelante), hubo un par de proyectos que no podemos dejar de mencionar: el Estatuto Provisorio de 1815 creado por la Junta Observadora –con sus reformas de 1816-, el Reglamento de 1817, y la Ley Suprema de 1819.
El Estatuto Provisorio de 1815 trató de captar la ideas federalistas, pero lamentablemente terminó siendo en el fondo una norma netamente unitaria, y por ello severamente criticada por Mitre y Valle. Al respecto dijo Ravignani, que aquél “no es sino una mala copia del Proyecto de Constitución de la Sociedad Patriótica”[12], considerando que ése cuerpo legal no captaba en lo absoluto la tesis federal.
El mismo contenía, principalmente limitaciones al poder Ejecutivo. En su sección primera, normas relacionadas con los derechos del hombre, la ciudadanía y los deberes del cuerpo social; en la segunda, establece que la Junta de Observación establecerá reglamentos provisionales para los asuntos más urgentes y necesarios; la tercera sección desarrolla las condiciones para ser Director y las funciones que éste debe cumplir; en la cuarta se establecían las reglas referidas al poder judicial; en la quinta regulaba lo referido a las elecciones; la sexta se dedicaba al ejército, la armada, y las milicias civiles; la séptima refería a la libertad de imprenta[13].
Al analizar el contenido de las normas dentro del marco histórico-social de aquel momento, nos permite observar que en realidad era bastante ineficaz, lo que provocó que a su promulgación Mendoza, el ejercito del Perú, y las demás provincias lo rechazaran, siendo solamente receptado por Buenos Aires.
En 1816 se plantea la necesidad de una reforma del Estatuto, impulsada por Álvarez Thomas en la que solicitaba ampliar sus facultades como Director de la Confederación, aunque su creciente impopularidad, y el crítico estado político en que se encontraba, no le eran favorables para hacer tal solicitud (la rebelión en Santa Fe, y la derrota en Sipe-Sipe, con la consecuente pérdida del Alto Perú).
Finalmente, el 1° de Mayo de 1816 se prueban las primeras reformas al Estatuto, pero olvidando por completo al poder judicial, tanto en su función moderadora, como revisora de la legalidad de las decisiones de los otros dos poderes. El 22 de Noviembre de ese mismo año se realizó una segunda reforma. Ambas contemplaban una ampliación en las facultades del poder ejecutivo, y, como se dijo antes, dejaban de lado al poder judicial.
Debía pensarse en que la ley constitucional se adaptase a la “realidad y a las necesidades nacionales si aspiraban a organizar las instituciones y a dirigir la acción gubernativa. Los dos proyectos tuvieron en cuenta, en alguna medida, esas necesidades, y aunque conservaron muchas normas imitadas, quisieron ordenar jurídicamente la vida real del país. Pero cayeron en excesos reglamentarios y en trabas legales que impidieron su aceptación”[14].
Posteriormente, Juan Martín de Pueyrredón –en su cargo de Director Supremo de las Provincias Unidas del Rio de la Plata- solicitó una nueva reforma, la cual quedaría finalmente plasmada en el documento del 3 de Diciembre de 1817 aprobado como Reglamento Provisorio sancionado por el Soberano Congreso de las Provincias Unidas de Sud América, para la dirección y administración del Estado (cursivas originales)[15].
La principal característica de este documento era el excesivo propósito reglamentario en cuestiones administrativas, y no en la resolución de problemas de fondo, motivo por el cual era fácilmente comparable con el Estatuto de 1815 y sus modificaciones.
En 1817 el Congreso había decidido darse a la tarea de redactar una constitución definitiva que respetara los derechos de las provincias, tarea que para algunos fue motivo de cuestionamiento por “el estado de crisis del país, por la inestabilidad de cualquier constitución”[16].
Antonio Saenz expresó al respecto, que una constitución permanente debería declarar una forma perpetua de gobierno y que el congreso no podía, unilateralmente, disponer de la suerte de las provincias que carecían de representación competente[17].
El principal debate se dio en torno a la manera en que las provincias intervendrían en el nombramiento de representantes y senadores.
El Redactor, nuevamente se inclinó en apoyo de la tesis centralista por sobre la federal, prefiriendo un sistema de unidad tratando de convenir las ventajas de una administración propia y particular, asegurando la unidad del gobierno en el territorio[18]. Para el redactor era imprescindible llamar a un centro común los intereses y aspiraciones para evitar disipaciones.
Finalmente, se sanciona la Constitución de las Provincias Unidas de Sud América (cursiva original) el 22 de Abril de 1819, jurada en Buenos Aires el 25 de Mayo de ese año y luego por las demás provincias[19].
Los federales del litoral no eran partidarios de una constitución unitaria, por lo que fueron a las armas y derrotaron al Gobierno Nacional en Cepeda, provocando que Buenos Aires se transforme en provincia y haciendo desaparecer al Congreso y al Directorio.
Esta ley fundamental no es diferente en su estructura al Reglamento y al Estatuto. Sus normas eran sobrias, concisas y su contenido sintético. Se adaptación era a la forma de gobierno centralista, para no aventurarse en formas de gobierno locales desconocidas. Se eliminan las normativas de los gobierno provinciales (elecciones, senadores, milicias, gobernadores, etc.) rigiendo para ello el reglamento de 1817.
Los constituyentes no tuvieron el coraje de declarar la forma de gobierno que iban a adoptar, por la marcada composición centralista de la constitución y ante una reacción de los federales que carecían de representación en el Congreso.
Los diputados buscaban organizar los poderes de forma que fueran compuestos por la más alta aristocracia, imponiendo un régimen contrario al pretendido por la mayoría. “El carácter aristocrático de la constitución que estaban sancionando no fue ocultado en el Congreso”[20].
El Redactor trató de justificarse en una “forma mixta”, para limitar los abusos de parte de los poderes. El ejecutivo quedaba en cabeza de una sola persona.
El francés Le Moyne dijo que “alentados por las esperanzas que le doy, Pueyrredón y sus colegas que trabajan en este momento en la constitución, la preparan tan realista como lo permiten las circunstancias”[21].
Muchos elogiaron el carácter conservador de la norma, mientras que otros criticaban su tendencia aristocrática; por ejemplo, y solo para ilustrar podemos citar dos opiniones completamente opuestas.
Por un lado Joaquín V. González dice que ella fue “uno de los instrumentos escritos más perfectos del gobierno representativo republicano unitario que se haya ensayado en los países de América” y alaba “su espíritu altamente conservador, con tendencia aristocrática en la composición del Senado”[22].
Bartolomé Mitre, desde la vereda de enfrente responde que “en vez de un pacto de unión, fue una nueva bandera de discordia que se levantó en el campo de los principios y en el terreno de los hechos”[23].
Este texto no era una normativa completa, pues adolecía de faltas graves, empezando por la forma de gobierno, ni la manera de elegir gobernadores, ni lo relativo a la organización provincial, ni quien tenía la competencia para decidir la interpretación de la ley fundamental, eso sumado a otras faltas propias de la técnica legislativa.
Ravignani y Mitre erran en definir que fue esta norma la que provocó los primeros enfrentamientos civiles que terminaron con el gobierno nacional.
El gran error de esta constitución fue no tomar en cuenta los movimientos federalistas que se desarrollaban en el resto del país en la época, y la incapacidad de los constituyentes para conseguir el apoyo de las provincias del Litoral que estaban separadas del resto, lo que las llevó a enfrentarse en diferentes batallas civiles, con el propósito de separarse definitivamente. El error del congreso fue que la constitución no integraba pacífica y ordenadamente a los pueblos que integraban la Confederación.
Independientemente de estas falencias, la lucha entre ambos bandos responde más bien a la creciente influencia artiguista que venía desde 1815.
El conflicto de Cepeda, en el que resultan vencedores los federales responde más bien a la alianza secreta del directorio con los portugueses, las gestiones monárquicas con Europa y el despotismo de las provincias. Ocho meses después de sancionada se reanudaron las hostilidades definitivamente.
Así fracasaba nuevamente la idea de dotar al Estado de una normativa fundamental, en beneficio del bien común, creándose una pos de la clase aristocrática, ignorando por completo las autonomías provinciales, y generando graves conflictos civiles entre ambos bandos

El Pensamiento de Artigas.

Según José María Rosa, en la conferencia dictada en 1960 en la facultad de Arquitectura de Montevideo, Artigas pertenece a ambas orillas del Plata. Es más: pertenece, por sus ideales políticos, por su acción, por su temple, a la América Hispana entera. Artigas es la Revolución hecha pueblo… La Revolución llega con Artigas: en 1811 hay una insurrección de masas rurales; hay un aliento de democracia, hay turbulencias de un pueblo entero conmovido. Aquí se habla por primera vez de “independencia absoluta” por que el pueblo y el caudillo dan la tónica del movimiento. Los señores de la “clase principal” están inquietos y no saben porqué: no saben si su inquietud se calma con constituciones liberales, o con junta como en España que gobiernen a nombre de Fernando VII. Es el pueblo quien sabe adonde va, y es el caudillo del pueblo. De allí que hable de Artigas como el primer revolucionario del Plata”[24].
Así las cosas, el mismo historiador resume que Artigas significa “la revolución echa pueblo, la independencia; y además un sentido heroico de ha vida, la idea del federalismo, y el concepto de la unidad americana, de la “unidad hispanoamericana”[25].
Artigas encontró apoyo en distintos sectores sociales, desde jornaleros a grandes hacendados. Inmerso en el proceso revolucionario de la época, en 1811 comienza a esbozar sus primeras ideas en relación a un sistema de los pueblos libres, pero la excelente relación con la Junta de Buenos Aires comenzaría a resquebrajarse en base a diferencias ideológicas, y comenzaría un enfrentamiento entre Artigas y Buenos Aires que se visualizaría con claridad en el conflicto litoral, “de hecho, en 1815, entra en crisis toda una dirección revolucionaria, toda una estrategia cuyo fracaso se ha hecho evidente… Buenos Aires ha aprendido a no confiar sino en sí misma, a identificar la expansión del movimiento revolucionario con la de su hegemonía. Para favorecerla ha aprendido también a utilizar los medios heredados del antiguo orden, a invocar las relaciones jerárquicas que éste había establecido entre las autoridades con sede en la capital virreinal y las que le habían sido subordinadas. Con ello debía sin embargo crear nuevas y peligrosas áreas de conflicto: ante las zonas más dinámicas de su antigua jurisdicción, la Buenos Aires revolucionaria aparecía bajo una luz ambigua, como destructora pero a la vez heredera del antiguo régimen, y de sus odiosas desigualdades.
Pero la revolución no sólo busca mantener la hegemonía porteña; lo hace sentir más duramente en la medida en que la hegemonía administrativa se dobla de predominio militar… los soldados y aún los jefes tienden a ver a la población civil como a una muchedumbre enemiga sujeta al derecho de conquista; en particular en el Litoral, contra la disidencia artiguista, la brutalidad suele ser el rasgo dominante de la acción militar porteña…”[26].
Cómo hemos esbozado anteriormente, Artigas cree firmemente en la necesidad de una independencia absoluta y la supremacía del pueblo. Su ideología no emanaba de distintos autores sino de la misma realidad. Pretendía un modelo federal tomando como base los municipios indianos. En ese sentido, el 13 de abril de 1813, Artigas fija con sus delegados de la Banda Oriental las bases de la discusión que presentarían ante la Asamblea que se desarrollaría en la Ciudad de Buenos Aires. Reclamaban una declaración de la independencia absoluta de las colonias y que sean absueltas del deber de fidelidad a la Corona y los Borbones; pretendían una organización política basada en la confederación de provincias; promovían la libertad civil y religiosa; planteaban que el objeto del Gobierno debía ser preservar la igualdad, la libertad y la seguridad de los ciudadanos y el pueblo, para ello sostenían la necesidad de una división del poder en sus esferas legislativas, ejecutiva, y judicial independientes.
Asimismo, expresaban la  necesidad de que las provincias retengan su soberanía, libertad e independencia en todas aquellas cuestiones no delegadas a la Confederación de las Provincias Unidas en Congreso; y que los puertos de Maldonado y de la Colonia, sean libres para todos los buques a efectos de la importación y exportación instalándose la Aduana. Al mismo tiempo repudiaban una ley que imponga cánones o impuestos para el comercio entre las Provincias de la Confederación.
Erigiéndose como una de las voces más duras contra las ideas que propugnaban el centralismo político, los delegados de la Banda Oriental, sostenían la necesidad de que cada Provincia sancione su propia constitución y que tengan derecho a sancionar la general de las Provincias Unidas especificando que materias estarían delegadas y cuáles no.
A tal punto llega el pragmatismo de Artigas que su plataforma política no estaba basada en experiencias europeas o norteamericanas, probablemente fue influenciados por las discusiones que se daban en un mundo revolucionado, pero planteaba una política particular para una tierra con problemáticas distintas a las que, consideraba, no se le podían aplicar las ideas tal cual llegaban de Europa. Así, plantea el sufragio universal porque consideraba que elegir al caudillo no sólo es un derecho sino un deber del pueblo libre. Esta cuestión se refleja en el Reglamento de 1815, y se establecieron en las constituciones o estatutos de los Pueblos Libres creados por él de Santa Fe y de Entre Ríos.
Asimismo, planteaba cosmovisiones completamente diferentes a las ideas que se gestaban en Buenos Aires y a las que llegaban desde Europa, a tal punto que reconoce derechos a los indígenas marcando la necesaria coexistencia de las distintas identidades culturales que habitaban el territorio. Este tema se plasma en el Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus Hacendados de 1815 en el que plantea la necesidad de un derecho a la propiedad democrático y subordinado al interés común, respetando los territorios de los pueblos soberanos al sostener que 6°. Por ahora el señor alcalde provincial y demás subalternos se dedicarán a fomentar con brazos útiles la población de la campaña. Para ello revisará cada uno, en sus respectivas jurisdicciones, los terrenos disponibles; y los sujetos dignos de esta gracia con prevención que los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia, los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad, y a la de la provincia”[27].
Signada por la disputa entre el centralismo porteño y las ideas federales de los Pueblos Libres, en esta época encontramos el germen de lo que luego sería la Confederación Argentina. Para él resultaba necesaria la unión de las porciones de la America Española y que, así, todas confluyan en un Estado o Confederación de Estados ya que lo importante es “que haya conciencia de unidad de origen y unidad de destino.”[28] Consideraba que la unidad sólo podía conseguirse en base a la decisión de los propios pueblos sin la prepotencia de unos sobre otros, sino en el marco del respeto y la defensa mutua.
Cercado buscó asilo en Paraguay mientras se lo intentaba juzgar por “todos los males de la América del Sur”. En su exilio, y habiéndose convertido en padre de los pobres por sus actividades granaderas, sufrió el escarnio cuando en 1840 lo detuvieron y engrillaron por lo que podía llegar a suceder. Cinco años más tarde, le ofrecerían el cargo de instructor del ejército del Paraguay cargo que aceptó hasta que advirtió que lo convocaban para combatir contra Juan Manuel de Rosas y por lo que renunció ya que, bajo ningún punto de vista, podía combatir contra el federalismo.
Con Artigas asilado en Paraguay, los unitarios comienzan una campaña en su contra. La leyenda negra, utilizaría apelativos tales como “lobo devorador”, “sangriento”, “azote de la patria”, “afrenta del género humano”, “origen de todos los desastres.” Bartolomé Mitre argumentaría que el caudillo tenía instintos feroces, la hipocresía solapada del gaucho malo y el orgullo exagerado de sus facultades bajo las apariencias humildes. Interesante resulta el análisis que realiza Carlos María Ramírez, al considerar cada uno de los argumentos de los hacedores de la campaña de desprestigio, y sostener que se puso al frente de la resistencia contra el centralismo porteño, en las Provincias del Litoral; -pero los hechos y la filosofía histórica, tal como la han formulado alguno de los mismos enemigos de Artigas, comprueban que aquella resistencia no fue una invención diabólica del caudillo oriental, sino una consecuencia natural de la sociabilidad argentina arrojada a los azares de la revolución, y que ella ha sido uno de los factores fecundos en la transformación necesaria y benéfica de estos pueblos… No hubo pues – no pudo haber veneno de Artigas, e lo que fue simple cumplimiento, en definitiva benéfico, de la ley que presidió al desarrollo de las fuerzas sociales.
Asimismo, agrega que a pesar de haberlo sometido al escarnio público al tildarlo traidor, existe un paralelismo entre aquellas instrucciones de 1813 y la Constitución de 1853 “después de 40 años de sangrientas luchas, seguidos de otros de conmociones armadas, antes de que Buenos Aires consintiera en subordinarse a esa ley.
Dicen las instrucciones de Artigas:
‘Esta provincia retiene su soberanía, libertad e independencia, todo poder, jurisdicción y derecho que no es delegado expresamente por la Confederación a las Provincias juntas en Congreso’.
Este principio, que debió parecer herejía nefanda a los patricios de 1813, quedó sustancialmente confirmado por el art. 101 de la Constitución de 1853: ‘Las provincias conservan todo el poder no delegado por esta Constitución al Gobierno Federal.´
Dicen las instrucción de 1813.
‘Esta provincia tendrá su constitución territorial’ – Y la constitución de 1853: ‘Cada Provincia dicta su propia constitución…”[29].’
Artigas no triunfó, probablemente sus ideas tampoco de plasmaron cabalmente en el federalismo sobre el que se cimienta el Estado argentino, pero sin lugar a dudas y tal como lo refleja la Constitución de 1853, fue una de sus grandes influencias.

 

La constitución de 1826 y formación del Federalismo.

El 24 de Diciembre de 1826, es la fecha en la que se aprueba una nueva constitución ideada por el partido unitario. Para ese tiempo ya estaban claramente conformados los dos bandos políticos más fuertes que se disputarían el poder a sangre y fuego; los Unitarios y los Federales.
Los caudillos opositores a Rivadavia, que gobernaba el país, se fueron levantando en armas poco a poco en señal de protesta, Rosas para ese entonces se encontraba en su estancia, pero siempre anoticiado de lo que iba aconteciendo, siempre expectante.
Mientras tanto, las tropas de Rivadavia están combatiendo en la guerra contra el Brasil, todo esto va provocando su debilitamiento, desde todos los sectores. Sumado al rechazo a la constitución unitaria por parte de los caudillos del interior, que la devuelven a manos de los comisionados sin siquiera detenerse a leerla.
“La paz con Brasil es la única salida posible en estos tiempos, donde, no hay hombres para mandar al Brasil,  ya no alcanzan los víveres para el ejército, ya no hay dinero para sostener la guerra y no se puede continuar sin armas no balas”[30].
Es enviado como plenipotenciario, para negociar la paz con Brasil, el Doctor Manuel José García, así se llega a un acuerdo en el que la banda oriental pasa a ser una provincia brasileña, paz deshonrosa para algunos, Rivadavia remite al tratado al congreso y espera su aprobación.
El “…pueblo descontento se levanta contra el presidente, quieren que la guerra continúe,  hay puebladas, grupos apedrean su casa, lo insultan”[31]. Será Dorrego, su opositor, quien acuda en su ayuda, quien intercede x él.  Rivadavia para revertir la situación y su pérdida de poder, expide un decreto en el que acusa al plenipotenciario de haberse excedido en sus facultades, rechazando el convenio de paz y rompiendo las relaciones con el imperio. Y le anuncia al congreso q la guerra continua. Pero ya es demasiado tarde, ya no puede seguir en el gobierno, lo quieren fuera, y x ello el 27 de junio presenta su renuncia, la que es aceptada el 30 en la sesión del congreso.
Todos están contentos con su caída, termina el régimen presidencial y unitario, solo se sienten afligidos un pequeño grupo de aristócratas que acompañaron a Rivadavia.
Tras un pequeño lapso en el que se había nombrado un presidente interino, que luego cesa en sus funciones, disolviéndose a su vez el congreso, el 11 de agosto se anuncia que se ha instalado una Junta de Representantes, y el 13 se anuncia que Manuel Dorrego es elegido gobernador de Buenos Aires[32], quien asume con un gobierno fundido económicamente, una demostración de ello lo da la venta que debió hacerse de 2 fragatas a Londres para recaudar dinero.
Nadie puede negar el poder del nuevo gobernador, pero debe quedar claro, que no fue él el creador del federalismo, antes cabe mencionar a José Gervasio de Artigas, a Juan Manuel de Rosas y también a Estanislao López.
Los unitarios ya no están en el poder, pero se encuentran en ferviente conspiración contra el nuevo gobierno, realizando actos violentos por todas partes.
“El triunfo del federalismo, es la llegada de la democracia”[33], de una revolución social con una mirada a los más desprotegidos a los excluidos hasta entonces. Desde 1810 habían estado gobernados por los patricios, la clase superior”. Ahora se puede ver en las calles a la clase común, la clase baja, la plebe de las orillas, los negros, los mulatos, quieren formar parte de este proyecto de país. Con el nuevo gobierno mejoran las relaciones con las provincias
Para este entonces Rosas ocupa el cargo de Comandante General de la Campaña, tiene a su cargo la fuerza militar de la provincia. Les provee de vestimenta, armamento, están bien equipados, el ejército está ubicado al norte de la banda oriental, en el campamento de cerro largo, cerca de Brasil
“La preocupación principal para Rosas es el indio”[34], por ello se reúne con los caciques para llegar a un acuerdo estrechando lazos, y así ir logrando su colonización. Ya rosas sabía del trato hacia los indios, ya que en su estancia contaba con muchos de ellos encargados de las tareas agrícolas y pastoriles.
Su idea era extender las fronteras al sur, y para ello necesita que las familias pobres se establezcan allí, se los atrae con el otorgamiento de tierras, animales y elementos de trabajo. Al poco tiempo se van viendo muy buenos resultados, lo que provoca los celos de Dorrego, que como contrapartida para quitarle poder le envía menos recursos, así el General no puede continuar, por ello presenta su renuncia, la cual no es aceptada por Dorrego
El 4 de mayo, en un ambiente de revueltas, se realizan elecciones, Lavalle jefe del partido Unitario ha vuelto al país para participar y conspirar”. La participación de los mulatos en los comicios, provoca el ferviente rechazo de los patricios, los que aducen que los negros no pueden votar  por ser africanos, se producen desmanes en las mesas de votación, destrucción de los registros, todo un clima propicio para el fraude. Finalmente los resultados arrojan el triunfo de los federales, de las 539 personas del partido unitarios, solo se registraban en los cómputos 29 votos a favor, lo que demuestra la estafa. Los votantes de cada bando estaban bien diferenciados por una lado los hombres elegantes, de frac, los aristócratas de la ciudad, y por el otro los hombre de la clase baja, negros, mulatos.
A fines de setiembre la convención Nacional, autoriza al gobierno a ratificar el tratado de paz con Brasil, Dorrego trata de lograr un acercamiento con los unitarios, cosa mal vista por su partido. Firmada la paz, según el gobernante, ya no será necesario seguir protegiendo la frontera, por ello ordena su regreso, se comentaba que las mismas al llegar se sublevarían, cosa que Dorrego desoyó, no creía posible una revolución en su contra, y para dar señal de su fortaleza hace llevar a otra parte las balas de cañón. Solo Rosas ve que se avecina el levantamiento, por ello ha dejado en Ranchos a 2000 hombres preparados para cualquier cosa que ocurriese.
El 26 de noviembre, empiezan a llegar las tropas[35], se los puede ver con sus trajes hechos harapos, hambrientos, la revolución es cuestión de horas. La oposición se reúne clandestinamente el 30 de noviembre en horas de la madrugada y se prepara para dar el golpe, ya por esas horas Dorrego siente el ambiente enfervorizado y empieza a creer en un posible ataque. Quien está al mando de la rebelión es Lavalle que se encuentra en el cuartel de la Recoleta, están las tropas listas para marchar, ya Rosas se ha marchado de la Ciudad, ha partido al sur.
El 1 de Diciembre de 1928, por  la noche, comienzan a ingresar las tropas, con Lavalle a la cabeza, este será el comienzo de una dolorosa, sangrienta y triste revolución que quedará por siempre en la historia de nuestra nación. El ingreso es por la costa del río y avanzan por la calle florida lugar de residencia de las elites de la ciudad, que a su paso se asoman por las ventanas, aplauden, y encienden luces en señal de apoyo.
Dorrego ya no puede resistir, por ello abandona el fuerte y parte hacia el campo para encontrarse con Rosas, quién es su única esperanza. Mientras tanto un pelotón se apodera de la policía, Lavalle sube a lo alto del cabildo, los soldados comienzan a festejar el triunfo de la revolución al enterarse de la huida de Dorrego.
Desde el balcón del cabildo Lavalle festeja su triunfo, es el fin de la democracia federal, una de las primeras medidas de rasgo dictatoriales del nuevo gobierno, será suprimir la legislatura y todas las libertades.

El Pacto Federal de 1831.

El 4 de Enero de 1931 llega el “Pacto Federal”. Suscripto por las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fé, es un trato que nace, y que debe ser entendido, como consecuencia de aristas económicas, políticas y bélicas.
Por un lado los conflictos armados que se sucedieron entre 1829-1830 prepararon el posterior cuadro político en el interior del país. El General José María Paz por los Unitarios y el General Juan Facundo Quiroga por los Federales fueron las figuras centrales en tres batallas de este período.
La provincia de Córdoba, bajo el gobierno de Bustos, representaba un bastión del federalismo en el interior por su cercanía a Mendoza, Santa Fé y en el rango de acción de Quiroga que controlaba las provincias del norte.
El General Paz, consciente de esa posición estratégica, ocupó la ciudad de Córdoba el 12 de Abril de 1829 e intimó a Bustos para que disolviera el ejército, como éste se negó Paz lanzó el 22 de Abril un ataque en la estancia San Roque[36], batalla en la que Paz es vencedor.
La respuesta a esta incursión de Paz desembocó en la reacción de Quiroga quien los definió como “mocosos vencedores de San Roque”[37] (énfasis original) y que ocupó la ciudad de Córdoba el 21 de Junio. Al día siguiente Paz atacó y venció a las fuerzas del General Quiroga en el campo de La Tablada, y el 23 de Junio a los últimos hombres de infantería que habían quedado en Córdoba.
La revancha del General Quiroga se desarrolló 8 meses después en la Batalla de Oncativo el 25 de Febrero de 1830 y en la cual fue derrotado por la estrategia de Paz que logró dividir al ejército de Quiroga, obligándolo a refugiarse en Buenos Aires. Paz había recuperado Córdoba y sus aliados ocuparon Catamarca, Santiago del Estero, San Juan, La Rioja, Mendoza y San Luis.
Desde el punto de vista político las provincias conquistadas por Paz, a las que se sumaron Tucumán y Salta, firman un pacto el 5 de Julio de 1830 creando la Liga del Interior. Se constituye de esta manera un mapa político y económico cuyo centro político-militar está comandado por el General Paz desde Córdoba. Poco después el 31 de Agosto todas las provincias adhieren al pacto excepto las provincias del Litoral que estaban en tratativas para la creación de la Liga del Litoral.
Las intenciones del General Paz, aunque orientadas a la organización constitucional del país, no comulgaban en la práctica con la ideología unitaria ya sea por un intento de cooptar a las provincias a cualquier costo obligándolas a “aceptar la constitución que resultase de la opinión prevaleciente del Congreso”[38]. Esto quedó en evidencia porque mantuvo la organización federal que tenían las provincias firmantes.
“Y si bien Paz se decía unitario y actuaba como jefe de los unitarios en el interior, las provincias conservaban legislaturas, gobernadores y todas las apariencias de un mecanismo federal, subordinado es cierto a los jefes del ejército de Córdoba, pero reclamado por los mismos amigos y adictos de Paz imbuidos también en la idea de la soberanía de sus respectivas provincias”[39].
Es entendible entonces, ante este cuadro planteado por la organización unitaria, que Rosas haya propiciado un rápido acuerdo con las provincias Litoraleñas.
Por otro lado, desde el ámbito económico, la situación de las provincias del Litoral se encontraba en una mejor posición que las integrantes de la Liga del Interior que habían perdido el comercio con el Alto Perú, aun así, el Coronel Pedro Ferré, representante de la provincia de Corrientes en las conferencias de San Nicolás de Mayo de 1830, dejó clara la postura que fue apoyada por Santa Fe y Entre Ríos de promover un sistema proteccionista de la economía hasta que se encontrara lo suficientemente fuerte para adoptar el librecambismo impulsado por Buenos Aires.
Además, no menos importante que la futura Comisión Permanente invitara a un Congreso Constituyente, este último punto aceptado por Rosas pero que sería dilatado hasta que la misma comisión fuera disuelta de hecho por el retiro del representante de Buenos Aires en tiempos de paz.
Estos frentes desarrollados son los que propiciaron el Pacto Federal entre Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes[40]. La derrota de Paz tuvo las consecuencias políticas esperadas: la consecuente disolución de la Liga del Interior y la posterior adhesión de las provincias que la integraban entre Agosto de 1831 y Septiembre de 1832.
El contenido del pacto estableció en líneas generales que las provincias debían:
·               Resistir cualquier invasión extranjera o de otra provincia que componga el Estado Argentino, a su territorio, o al de otra provincia contratante;
·               Constituir una alianza ofensiva y defensiva;
·               Abstenerse de celebrar tratados sin previa aceptación de otras provincias contratantes;
·               No dar asilo y extraditar a los criminales solicitados;
·               Permitir la libre circulación de personas y frutos por vía fluvial o terrestre sin aplicar impuestos;
·               Garantizar que los ciudadanos posean los mismo privilegios en todas las provincias, salvo desempeñar la gobernación, la cual solo podría ser ejercida por un natural de la provincia;
·               Permitir que las demás provincias puedan asociarse bajo las mismas condiciones y con previa aceptación de las provincias que componen el pacto;
·               Socorrer en caso de ser atacada a otra de las provincias firmantes.

 

Gobierno de Rosas.

Llega al gobierno para 1829, momento en el que país se encontraba en plena lucha entre unitarios y federales.

Rosas que pertenecía a los federales, se caracterizó por hacer alianzas con caudillos de diferentes provincias valiéndose por ejemplos de acuerdos tales como el Pacto Federal.

Durante este periodo se produce el triunfo de Quiroga en Cuyo, tras la exitosa campaña se convertía en una amenaza para el general José María Paz que había creado “La liga unitaria” que los federales querían desaparecer. El general es capturado y según una carta que dirigió a Rosas el 16 de mayo en la que manifiesta que “sería feliz si su captura contribuye a la pacificación de la república”[41]. Tras la noticia de la captura en Córdoba comenzaron las tratativas para el cese de la lucha. Quiroga vence a las últimas tropas del general Paz terminando así la lucha civil.

Entre los años 1833-1834 realizó la “campaña al desierto” que se convirtió en un hito esencial en su estrategia obtener  su segunda gobernación provincial a partir de 1835. Designado por su sucesor como jefe de las tropas, avanzó con una política que implicaba un intercambio de bienes y servicios, entre el gobierno y algunas tribus. Los pueblos aborígenes recibían periódicamente cabezas de ganado (equino y vacuno), artículos de consumo y vestimenta. A cambio, debían formar parte en las milicias provinciales. Los “indios amigos” que aceptaron estas condiciones, se establecieron dentro de la zona de frontera cercana a los fuertes o pueblos.
A la culminación de esta campaña, llega a su segundo mandato en donde obtiene plenos poderes, más la suma de la representación de la confederación hacia el exterior, lo que le permite aprobar la Ley de Aduanas que protegía a la agricultura e industria de las provincias.
Depura y refuerza su sistema de defensa militar, a la que sumó a los “indios amigos”.
La invasión por el norte de Buenos Aires en el año 1840 de Lavalle, evidenció que la capacidad de coerción militarizada, se basaba mayormente de los apoyos sociales que el gobierno de Rosas lograra conseguir, el general unitario recibía el sostén de sectores medios y de la elite rural.
Rosas no solo tenía conflictos internos, sino también con países como Gran Bretaña y Francia. En el año 1838 y hasta 1840 el puerto de Buenos Aires, sufrió un bloqueo por Francia, que trajo aparejada una merma en los ingresos aduaneros de la provincia, conjuntamente con una disminución del gasto público.
Culminado el mandato para el que fue elegido en 1835, la junta de representantes , de Buenos Aires decidió volver a nombrarlo de igual modo, ósea con la suma del poder político. A la cual, Rosas renuncia con una misiva “….si en la contristada situación de la República y en sus hondos conflictos debió someterse a una inmensa responsabilidad, hoy que es tan clara ya la senda y marca de la defensa de su salvación ……. Implora el reposo que exigen sus infortunios domesticos”[42]. Dicha renuncia no fue aceptada los legisladores, que insistieron en la decisión de su designación. Con lo que Rosas insistió, obteniendo como respuesta otra negativa en las que habían frases como “seria autorizar simultáneamente la ruina del país”[43].
Justo José de Urquiza, que era gobernador de la provincia de Entre Ríos, emite un “Pronunciamiento” el 1° de mayo de 1851, en el que expresa la intención de su provincia de reasumir las facultades delegadas al gobierno bonaerense, hasta que se produjera la organización definitiva constitucional de la república. Aliado con otros ejércitos Urquiza se pone al frente del ejército grande, y emprende viaje rumbo hacia Buenos Aires. Se produce la batalla de Caseros, donde es derrotado Rosas, quien tras este resultado renuncia y huye. Se inicia la Confederación, con sede política en la ciudad de Paraná, y bajo el mando de Urquiza, hasta la organización de la república con la inclusión de Buenos Aires desde 1862.

El Rosismo contra el caudillismo clásico de Sarmiento.

El concepto de caudillismo clásico, según Sarmiento, entendía al caudillo, como el camino negativo abierto por la revolución argentina, el camino que conducía por la democracia del despotismo.
Según Herrera, el caudillo representaba la ausencia de razón, predominio de las facultades más bajas del alma por encima de aquellas más altas que garantizaban una plena humanidad. Vigor físico, crueldad espontánea- felina como la identificación de Facundo con el tigre que lo acecha-, rusticidad, en el sentido de una formación recibida en el campo, lejos de la ciudad y de su sofisticación, y compenetración con los valores del pueblo rural- que en el río de la plata significaba esencialmente “el gaucho”; eran las cualidades del caudillo.
El gobierno de Juan Manuel de Rosas juzgado por la mayoría –Sarmiento incluido- como el ejemplo más elaborado de gobierno caudillista constituía un caso que parecía tensar hasta la ruptura aquellos atributos que comenzaban a ser considerados como naturales de cualquier régimen caudillista. En opinión de Sarmiento, Rosas representaba el choque didáctico entre el caudillismo puro de la campaña del desierto y la civilización de la ciudad más culta de la América meridional.
La campaña ingresa a la ciudad con Rosas según Sarmiento pero la condición de su permanencia es que se civilice: “La crueldad espontánea se torna en crueldad meditada, sofisticada con todos los resortes que ofrece la vida moderna; la pasión bárbara del caudillo debe aceptar expresarse a través de medios ilustrados como la prensa y una legislatura para poder ser eficaz, y el despotismo entendido por Montesquieu como antitético a toda forma de orden, se ve obligado a sistematizarse”.
La tendencia de gran parte de la historiografía sobre Rosas y su gobierno ha sido enfatizar las características extrajurídicas “desinstitucionalizadoras” de su poder, para cuyo efecto fueron subrayados los mecanismos de represión informales. Para esta tendencia aquello que ha sido merecido ser subrayado con fuerza es el carácter intensamente “personalista” del régimen.
Desde el inicio de su primer gobierno, en 1829, a Rosas se le encomendaba la gobernación de la provincia con facultades extraordinarias para enfrentar un momento de crisis, porque se consideraba que él era el único que poseía las cualidades personales necesarias para cumplir esa tarea eficazmente.
Para los rosistas la posibilidad del consenso se les presentaba clausurada de antemano por la ruptura de relaciones que había acompañado el surgimiento de los partidos unitario y federal; y que se había profundizado por los sucesivos enfrentamientos armados, a que  ello había conducido.
Este personalismo ha tenido a ser visto solo mediante la concepción clásica de caudillismo, insistiendo en la ausencia de mediaciones significativas entre el caudillo y su pueblo, entre el gobernante y sus súbditos.
Esta última versión ya no es sostenible, porque el régimen rosista no desmanteló el edificio institucional de la época rivadaviana, sino que lo resignificó otorgándole nuevas funciones a los cuerpos y prácticas que los integraban.
En las condiciones que imperaban en Argentina en la primera mitad del siglo XIX, y en el contexto de proceso político e institucional que ya había tenido lugar en la provincia de Buenos Aires, las opciones ideológicas tanto como los vehículos discursivos que tenía a su alcance el rosismo eran relativamente limitadas.
El régimen estaba obligado a buscar algún principio de legitimidad que le permitiera garantizar la estabilidad del orden político presidido por Rosas.
“El rosismo se organizó según Jorge Myers en torno a un conjunto de tópicos que le permitieron simultáneamente interpelar a los diversos actores colectivos de la sociedad bonaerense. Los principales tópicos fueron:
1.- Las referencias agraristas: que tanto en su representación ideal de una comunidad armónica como en su representación de las características personales de Rosas, emplearon imágenes idealizadas de un mundo agrario distinto del que realmente existía en el Río de la Plata.
2.- Una imaginería catilinaria que tendía a designar tanto a los opositores activos al régimen como a los disidentes más pasivos con referencias tomadas del discurso clásico respecto a los peligros de la conjuración aristocrática y de la demagogia.
3.- Un discurso americanista que se concentró en resaltar la “excepcionalidad americana” como fundamento histórico de las idiosincrasias autoritarias del estado rosista.
4.- Un amplio despliegue de la figura de la virtud como principio vinculante entre el gobernante omnímodo y su pueblo; entendiéndolo como el único sostén posible del edificio institucional de la república”[44].
Finalmente una última zona de conflicto que debe enfrentar el concepto de caudillismo clásico al enfrentarse al régimen rosista, es la propia noción de orden que el rosismo empleaba como símbolo de su imagen política.
La visión que tenía el caudillismo clásico de las relaciones imperantes entre el caudillo y la sociedad sometida a su dominio tendían a presuponer en ellas una suposición disolvente, en cambio en la representación de la realidad argentina formulada por Rosas y su partido, es la política argentina y la ciudad revolucionaria la que se ha convertido en fuente de desorden, mientras que el caudillo Rosas representa la principal garantía de una restauración del orden normal de la sociedad.  En el discurso político del rosismo la constitución de un orden estable y un orden natural de obediencia espontánea de los subordinados a sus superiores, de jerarquías basadas en el mérito y el esfuerzo, de armonía entre los distintos sectores e intereses de la sociedad dependía directamente de la creación de un poder político autoritario y centralizado y de la representación de ese poder en la investidura de Rosas.
Al respecto el autor señala que el discurso de Rosas en cierta forma era cínico, dado que al fin y al cabo siempre se mantuvo más atento al principio ACCIONES, NO PALABRAS, que a la preservación de la correlación entre sus actos de gobierno y los ideologemas invocados en su apoyo.
El discurso político del rosismo estuvo siempre obligado a operar en un medio cultural denso en forma tal que las estrategias retóricas empleadas  debieron deslizarse por diferentes niveles de operatividad social interpelando a múltiples receptores de la más variada formación ideológica y condición social, a la vez para poder así imprimir eficacia a su acción de gobierno,

Conclusiones finales.

El federalismo es una forma de gobierno que está en constante evolución y que puede darse de varias maneras. Según Friedrich “existen tantos federalismos como Estados federales con sus múltiples variantes”[45], esta frase puede aplicarse, por ejemplo, al hecho de que en el país habían dos movimientos federalistas: el federalismo del interior, y el federalismo rosista.
Y si bien la postura federal, ha cosechado más y más adeptos a lo largo de su desarrollo desde sus inicios, lo cierto es que en las primeras constituciones y regímenes normativos se plasmaron ideas unitarias. La idea que planteaban los federalistas de aquella época nos muestran la clara influencia de los procesos constitucionales de Norte América, que si bien a ellos les funcionó, no era el proyecto adecuado para el momento que se estaba viviendo en este lado del continente, donde teníamos mucho más arraigado el concepto monárquico, y un claro temor a lo desconocido –sin mencionar, los procesos políticos y sobre todo bélicos desarrollados en torno a estas teorías-.
Es difícil juzgar a un hombre que hizo historia con los ojos de hoy, y con tanta doctrina que opina al respecto, ya sea tanto a favor como en contra de su persona y su forma de gobernar, pero de lo que no cabe duda es que defendió a la patria como nadie, podría decirse que es el verdadero "Ser Argentino", él sentía su patria con todas sus fuerzas, fue un apasionado, y a veces esa pasión lo llevó a cometer actos que a los ojos de hoy pueden juzgarse como crueles o faltos de justicia.

Bibliografía general y sitios consultados:

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OLAZA PALLERO, SANDRO, Confederación y federación en la génesis del Estado Argentino, Buenos Aires, Departamento de Publicaciones, Facultad de Derecho – Universidad de Buenos Aires, 2007, articulo comentado por el Dr. OLAZA PALLERO, SANDRO http://solazapallero.blogspot.com.ar/2009/07/confederacion-y-federacion-en-la.html, [Publicado el 09 de Julio de 2009]
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ZORRAQUIN BECU, RICARDO, “El proceso constitucional de 1815 a 1819” en Revista del Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene, Buenos Aires, 1966, Número 17.


[1] LEVAGGI, ABELARDO, Confederación y federación en la génesis del Estado Argentino, Buenos Aires, Departamento de Publicaciones, Facultad de Derecho – Universidad de Buenos Aires, 2007, articulo comentado por el Dr. OLAZA PALLERO, SANDRO en http://solazapallero.blogspot.com.ar/2009/07/confederacion-y-federacion-en-la.html, [Publicado el 09 de Julio de 2009]
[2] LEVAGGI, ABELARDO, Confederación y federación en la génesis del Estado Argentino, Buenos Aires, Departamento de Publicaciones, Facultad de Derecho – Universidad de Buenos Aires, 2007, articulo comentado por el Dr. OLAZA PALLERO, SANDRO en http://solazapallero.blogspot.com.ar/2009/07/confederacion-y-federacion-en-la.html, [Publicado el 09 de Julio de 2009]
[3]  LEVAGGI, ABELARDO, Manual De Historia del Derecho Argentino, Buenos Aires, Depalma-Lexis Nexis, 2001-2005, T. III, Pág. 56. 
[4] “El federalismo es el sistema político por el cual varios estados independientes delegan parte de su soberanía a favor de una autoridad superior” OLAZA PALLERO, SANDRO, en “Importancia y sentido del federalismo en los primeros gobiernos patrios (1810-1812)”, Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas Nº 52, Buenos Aires, Junio-Septiembre de 1998. 
[5] GALVEZ, MANUEL, Vida de Don Juan Manuel de Rosas, Editorial Tor S.R.L., 3º Edición, Buenos Aires, pág. 54.

[6] GALVEZ, MANUEL, Vida de Don Juan Manuel de Rosas, Editorial Tor. S.R.L. 3° edición.
[7] Citado por PICCIRILLI, RICARDO en “SAN Martín y la política de los pueblos”, Buenos Aires, Gure, pág. 254 en FLORIA, CARLOS ALBERTO y GARCÍA BELSUNCE, CÉSAR A. Historia de los Argentinos, Buenos Aires, Kapelusz, 1975, T. I, Pág. 435.
[8] LEVAGGI, ABELARDO, Manual De Historia del Derecho Argentino, Buenos Aires, Depalma-Lexis Nexis, 2001-2005, T. III, Pág. 58. 
[9] Carta de MORENO, MARIANO a CHICLANA, FELICIANO ADOLFO en la que dice que “todos los empleos se pongan en manos de hombres libres del país”, sin fecha probablemente de Noviembre de 1810, en RUIZ GUIÑAZÚ, ENRIQUE, Epifanía de la libertad, 381, Buenos Aires, 1952, citado por ZORRAQUIN BECÚ, RICARDO, Estudios de Historia del Derecho, Tomo III, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1992, pág. 164.
[10] PUEYRREDÓN, 1810, cit., 404, en ENRIQUE RUIZ GUIÑAZÚ, “Epifanía de la libertad”, 381, Buenos Aires, 1952 citado por ZORRAQUIN BECÚ, RICARDO en “Estudios de Historia del Derecho”, Tomo III, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1992, pág. 165.
[11] ASAMBLEAS, cit., I, 4; “El redactor de la Asamblea (1813-1815)”, reimpresión facsimilar ilustrada, dirigida por la Junta de Historia y Numanismática Americana, Buenos Aires, 1913 en ZORRAQUIN BECU, RICARDO, Estudios de Historia del Derecho, Tomo III, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1992, págs. 174/175.

[12] ZORRAQUIN BECU, RICARDO, “El proceso constitucional de 1815 a 1819” en Revista del Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene, Buenos Aires, 1966, Número 17, pág. 111.
[13] ZORRAQUIN BECU, op. cit., págs. 108/110.
[14] ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 121.

[15] Este es el título con el cual apareció por la Imprenta de la Independencia, Buenos Aires. 1817. Se transcribe en Asambleas, VI, 2° p., 684-696 en ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 135.
[16] ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 147.
[17] ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 147.
[18] ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 148. El problema fue analizado durante varias sesiones de ese mismo año.
[19] ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 149. Se publicó inmediatamente por la Imprenta de la Independencia, precedida del Acta de la Independencia y del Manifiesto que la explica (Octubre 25 de 1817), y seguida del Manifiesto del 22 de abril de 1819. En Asamblea, VI, 2° p., 698-742se publican esos y otros documentos conexos.
[20] ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 152.
[21] BELGRANO, MARIANO, La Francia y la monarquía en el Plata (1818-1820), 42, Buenos Aires, 1933 en ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 153.
[22] GONZÁLEZ, JOAQUIN V., Manual de la Constitución Argentina, en Universidad Nacional de La Plata, Obras completas de, III, 43, Buenos Aires 1935 en ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 154.
[23] MITRE, BARTOLOME, Historia de Belgrano, III, 243 en ZORRAQUIN BECU, op. cit., pág. 155.
[24] ROSA, JOSÉ MARÍA, Artigas y el Revisionismo Histórico, conferencia publicada en http://www.lagazeta.com.ar/artigas2.htm#11 [sin fecha].
[25] Op.cit.-
[26] HALPERIN DONGUI, TULIO, Historia Argentina. De la Revolución de Independencia a la Confederación Rosista, Ed. Paidos, 4° reimpresión, 1993, pág. 80 y 81.
[28] ROSA, JOSÉ MARÍA, op.cit.-
[29] RAMÍREZ, CARLOS MARÍA, Artigas, volumen I, pág 91 publicado en  http://www.bibna.gub.uy/innovaportal/file/54656/1/clasicos-uru-vol1.pdf.
[30] GALVEZ, MANUEL, Vida de Don Juan Manuel de Rosas, Editorial Tor S.R.L., 3º Edicion, Buenos Aires, pág. 58.

[31]  GALVEZ, MANUEL, Vida de Don Juan Manuel de Rosas, Editorial Tor S.R.L., 3º Edicion, Buenos Aires, pág. 59.

[32] GALVEZ, MANUEL, Vida de Don Juan Manuel de Rosas, Editorial Tor S.R.L., 3º Edicion, Buenos Aires, pág. 60.
[33] GALVEZ, MANUEL, Vida de Don Juan Manuel de Rosas, Editorial Tor S.R.L., 3º Edicion, Buenos Aires, pág. 61.

[34] GALVEZ, MANUEL, Vida de Don Juan Manuel de Rosas, Editorial Tor S.R.L., 3º Edicion, Buenos Aires, pág. 63.

[35] GALVEZ, MANUEL, Vida de Don Juan Manuel de Rosas, Editorial Tor S.R.L., 3º Edicion, Buenos Aires, pág. 72.

[36] La estancia San Roque se encontraba a la vera del lago San Roque y el Rio Primero en donde actualmente se encuentra la Ciudad de Villa Carlos Paz.
[37] FLORIA, CARLOS ALBERTO Y GARCIA BELSUNCE, CESAR A., Historia de los Argentinos, Buenos Aires, 2ª Edición, 1975, T.II, pág. 14.
[38] FLORIA, CARLOS ALBERTO Y GARCIA BELSUNCE, CESAR A., Historia de los Argentinos, Buenos Aires, 2° Edición, 1975, T.II, pág. 15-16.
[39] SALDIAS, ADOLFO, Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires, 2° Edición, 1982, T II, pág. 69.
[40] Aunque esta última se incorporó ya finalizada la agitación de las batallas poco tiempo después con la caída del General Paz el 11 de Mayo de 1831 en el campo de El Tio.
[41] RUIZ MORENO, ISIDORO J., Campañas militares Argentinas, Buenos Aires, Emecé, 2° Edición, 2007.
[42] RUIZ MORENO, ISIDORO J., op. cit., pág. 181.
[43] RUIZ MORENO, ISIDORO J., op. cit., pág. 182.
[44] BUCHBINDER, PABLO, “Caudillos y caudillismo: una perspectiva historiográfica”, en Goldman, Noemí y Salvatore, Ricardo (compiladores), Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, EUDEBA, 2005, pág. 83.
[45] FRIEDRICH, (1946), p. 207 en BAZAN, VICTOR, El federalismo argentino: situación actual, cuestiones conflictivas y perspectivas, Estudios Constitucionales, Año 11, N° 1, 2013, pp. 37 – 88 en http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-52002013000100003&lng=en&nrm=iso&tlng=en [Trabajo recibido el 11 de diciembre de 2012 y aprobado el 16 de enero de 2013]



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